BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

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LA GLOBALIZACIÓN Y SUS DEFINICIONES

Carlos Monsiváis

Los mitos y las leyendas, sobre el nacionalismo mexicano, corresponden en su mayoría a un pasado que se canceló en lo básico. En los años recientes, este nacionalismo ha perdido su antiguo filo militante, confinándose en los comportamientos rituales, en los entusiasmos deportivos y gastronómicos, en las tradiciones que se salvan del naufragio impuesto por la modernización salvaje... y en los núcleos permanentes del rencor contra el imperio. Es obvio que, ya no existe el nacionalismo indignado ante la pérdida de los territorios en 1847, ni el organizado en torno al antiyanquismo. Ahora, el gringo, ha dejado de ser estrictamente el otro; es, sí, el otro y es el vecino del otro, que resulta ser el primo, la hermana, o el tío del sedentario o de la sedentaria que no cruzaron la frontera.

El peso de las migraciones sucesivas, modifica de modo extraordinario la cultura y la economía de México (con una fuerte presencia en la política) y la noción de Estados Unidos se va transformando, sin que se desvanezcan en lo mínimo las caracterizaciones de racismo y abuso laboral.

El nacionalismo no escapa a este influjo y, de hecho, se transforma, por un lado, en rituales de autocompasión y, por otro, en una afligida y divertida conciencia nacional que oscila entre el orgullo y el desamparo. Al desbordarse en fechas muy recientes, el nacionalismo norteamericano, los mexicanos están al tanto: nunca han dispuesto ni dispondrán de algo así, de la obsesión chovinista, que agita a todas horas la bandera nacional, afirma hallarse en “la tierra de la gran promesa” y declara al siglo XX y al siglo XXI “los siglos de Norteamérica”.

Pero, la ausencia de un nacionalismo belicoso de tanta resonancia, no elimina el sentimiento nacional ni sus diversificaciones y la globalización instalada irrefutablemente el 11 de septiembre se sujeta, sin que se quiera, a la crítica más devastadora, lo que se intensifica con la guerra de Afganistán.

“Estamos globalizados, sí, ¿pero de qué modo?” La globalización desigual y combinada se deja sentir en México en un sinnúmero de temas. Entre los más destacados:
El sometimiento. La sujeción en la práctica del gobierno mexicano a un conjunto de decisiones del norteamericano, lo que se expresa de manera muy elemental en la recomendación del presidente Fox al comandante Castro en marzo de 2002, dos días antes de la Cumbre de Monterrey, conversación divulgada por el comandante Castro en pleno olvido de un compromiso explícito y en desquite por el voto de México en relación con los derechos humanos en Cuba:

CASTRO: Dígame, ¿en qué más puedo servirlo?
FOX: Pues básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush, sino circunscribirnos.

Una frase así, hubiese sido inconcebible incluso en los regímenes del PRI, sujetos a los gobiernos norteamericanos, pero todavía atenidos a las formas jurídicas del nacionalismo. ¿Qué es circunscribirnos? Por el contexto, es recordar nuestro sitio secundario y no pretender nunca abandonarlo: I know my place.30 El presidente Fox, pertenece a una generación de mexicanos marcados por el pragmatismo, en su versión más elemental, aquella según la cual, el detentador del poder máximo posee las claves de todos los comportamientos. El que manda, ordena y encauza la psicología colectiva, sería la conclusión.

El determinismo. Un elemento primordial en la psicología y la cultura de América Latina y de México, se vigoriza con la globalización. No sólo entra en crisis la sociedad de los Estados nacionales, también debido a los organismos transnacionales, se agudizan los problemas del espacio transfronterizo que acentúa la división injusta del trabajo y la desigualdad social. “¿Qué se puede hacer contra esto?”, se han preguntado desde hace mucho los latinoamericanos y, luego del 11 de septiembre, la interrogante se desdibuja parcialmente al comprobarse los niveles de impotencia. Ante el imperio se puede hacer muy poco, casi nada, se concluye. Y el determinismo desmoviliza a las sociedades antes llamadas emergentes.

“¿Qué le vamos a hacer? Si aquí nos tocó.”
La soberanía. Un término antes indiscutible, se ve sometido a numerosas revisiones y polémicas. La conducta de las grandes potencias afecta en muy buena medida a la ecología (cambios climáticos, el agujero de ozono, el efecto invernadero) y en la vida de cada país intervienen poderosamente los mecanismos de los holdings, las crisis monetarias, los precios del petróleo, las guerras, la televisión por cable, la concepción de la moda como la clonación de las sociedades. “Ya no hay fronteras”, dicen los que nada comentan ante el maltrato atroz de los mexicanos en la zona fronteriza de Estados Unidos. Y, la desaparición de los signos de la soberbia mexicana se acentúa.

¿Cómo se define la soberanía nacional ante las estructuras transnacionales? En la práctica cotidiana, las libertades de movimiento de los Estados nacionales se reducen considerablemente. Su capacidad de acción internacional mengua y la soberanía se fragmenta de acuerdo a factores nacionales, regionales e internacionales. Esto que, debería ser objeto de evaluación cuidadosa, se vincula de inmediato a la mentalidad determinista y, luego del 11 de septiembre, lo común es oír frases del “desahucio de la soberanía”: If you can’t beat, join’ em.31

El narcotráfico. El “Estado paralelo” del delito, que devasta a las sociedades, contribuye enormemente a la masificación del delito y, es “el caballo de Troya”, de la policía norteamericana en los asuntos de México.

La comunicación. Por efectos de la falta de recursos y de los monopolios norteamericanos, la comunicación se globaliza de manera tiránica. Así, por ejemplo, para enterarnos en México de la guerra de Afganistán o de la invasión israelí de Palestina, se ha dependido extensamente de CNN.

En resumen, lo que el paisaje post-11 de septiembre agrega de conocimiento específico, es el conocimiento del estilo y las dimensiones de la dependencia, no una dependencia mental (allí no hay determinaciones colectivas sino estrictamente individuales, ni siquiera, aunque la hay y múltiplemente, una dependencia económica y política), sino la dependencia de la falta de alternativas. Resucita la vieja idea del traspatio y ante ella no hay respuestas organizadas, salvo la defensa mínima y errátil por parte de la izquierda de la dictadura de Fidel Castro, presentada como “la salvación de la dignidad de todos”, aunque esto presuponga admitir y admirar la supresión de las libertades democráticas.


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